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Yule, el solsticio de invierno

Los solsticios y equinoccios llevan celebrándose miles de años, tanto en Europa como en otros continentes, por muy distintas culturas y de muy diversas formas.


Hablamos de solsticio de invierno como el momento solar en el que el sol se encuentra más alejado de la tierra y más bajo en el horizonte, lo que genera la noche más larga del año.


Curiosamente, es tras esta noche de mayor duración cuando el sol comienza a recuperar lentamente segundos a la oscuridad y van aumentando las horas de luz, camino a la Noche de Candlemas, en febrero, que marca la mitad de la Época Oscura.


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Túmulo funerario de Newgrange

Es este crecimiento paulatino de la luz desde el día del solsticio el que lo dota de significado, puesto que Yule representa la esperanza de la Luz que está por venir.


Un punto común a todas las celebraciones del solsticio de invierno, en todas parte es la hospitalidad, el reconocimiento de que el otro, sin nuestra ayuda, puede no sobrevivir al invierno.


Recordemos que, no ahora que el calentamiento global nos provee de temperaturas mucho más livianas, sino antiguamente, estamos en un momento de frío total, comenzando el invierno. Esto implica que los campos están cubiertos de nieve, los animales a buen recaudo en los establos y rediles, los graneros bien llenos con los víveres que permitirán que la familia, la tribu, la aldea, soporten el invierno y lleguen vivos hasta la primavera.


Así, se compartía no sólo con los parientes cercanos y vecinos, sino también con todo caminante hambriento y aterido que hubiera tenido la loca idea de adentrarse en las nieves para viajar de un lugar a otro.


Otra característica compartida, en Europa al menos y por ende, en la Norteamérica actual, es la tradición del Árbol de Yule.


Se dice que se elegía el árbol de hoja perenne más alto y corpulento, que se partía en trozos suficientes para que hubiera uno en cada casa del pueblo y se dejaba uno de ellos para quemar en el centro de la villa.


Este tronco contenía en sí mismo varios símbolos:


  • elegir un árbol de hoja perenne nos habla de la importancia de sobrevivir por duras que fueran las condiciones ambientales, los árboles de hoja perenne permanecen verdes todo el año por más calor o frío que haga.

  • compartirlo con cada casa del pueblo representa la necesidad de compartir los recursos entre todos para asegurar la supervivencia.

  • dejar una parte del tronco en el centro del pueblo implica el total conocimiento de todos los vecinos de que son uno y de que todos ellos y ellas están conectados a través de ese tronco común que "alimenta" a todos por igual.


En aquellos tiempos, sobrevivir era un trabajo en equipo: quien enfrentaba sólo el invierno, moría. La conciencia de grupo permaneció durante siglos en el ser humano, la importancia de los otros para sostenernos cuando caemos, alimentarnos cuando carecemos de recursos, ayudarnos cuando estamos enfermos o desvalidos.

Los troncos en cada casa y en el centro del pueblo se quemaban durante toda la noche, a la mañana siguiente, se cogía una parte de las cenizas del hogar de cada casa y se guardaban hasta el año siguiente, el resto de las cenizas se esparcía en los campos helados para representar la continuidad del ciclo de la vida a través de ese árbol perpetuo que siempre se mantenía verde.


Hasta aquí, la celebración de Yule habla de comunidad, de supervivencia, de compartir, de mantenerse, de la continuidad de los ciclos, de la muerte que engendra vida, de fertilidad, de esperanza y de paciencia.


Obvio que todas estas ideas condensadas en una sola festividad era algo tremendamente atractivo para la iglesia que no dudó en sacarse de la manga la fecha del nacimiento de Jesús para apropiarse de este momento festivo como de todos las demás de su calendario.


Así, la esperanza de la luz se representa con la "venida de nuestro salvador" que nace en el momento más duro del año, cuando la supervivencia está en juego. Cuando más necesaria es una luz de esperanza.


No voy a ahondar mucho más en el asunto, te invito a que hagas tus propias cábalas y descubras cómo fagocitaron el resto de ideas que Yule representaba en las tradiciones paganas.


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El Sol en el Yule en el Templo de Karnak

Independientemente de las festividades asociadas a los solsticios y de los festejos celebrados en ellas, existe un componente místico profundo en estas fechas.


Infinidad de monumentos en distintas partes del mundo, alinean sus diseños con los días de los solsticios, tanto el de verano como el de invierno, de hecho, si están alineados con uno lo suelen estar también con el otro.


Esta "magia" solar se repite en monumentos megalíticos distribuidos a lo largo del tiempo y el espacio, ejemplo de esta mística solar son el túmulo de Newgrange, en Irlanda, construido hace unos 5.200 años, sobre el año 3.200, antes que las pirámides de Egipto. La cámara central de éste túmulo, se ilumina durante 17 minutos el día del soslticio de invierno ¿con qué fin? Quién sabe. ¿por qué 17 minutos? Misterio.


No muy lejos de allí, en el crómlech o círculo de piedras de Castlerigg, en Keswick, o en el archifamoso cromlech de Stonehenge nos encontramos de nuevo con monumentos megalíticos directamente relacionados con los solsticios.


Si prefieres quedarte en la Península Ibérica, la cámara interior del tholos de El Romeral, uno de los tres megalitos del conjunto arqueológico de los dólmenes de Antequera en Málaga, recibe de lleno la luz del solsticio de invierno. Su vecino, el dolmen de Menga, recibe los rayos del sol en el solsticio de verano. Nada gratuito, diría yo.


Por supuesto, no olvidarme del Templo de Karnak, que recibe el sol desde la Gran Avenida de las Esfinges que lo conecta con el Templo de Luxor. Cerca de allí, en la ribera occidental del Nilo, los colosos de Memnón, están alineados con la salida del sol ese mismo día, el día del solsticio.


En la ciudad de Petra se ha descubierto que varios edificios están también alineados con la salida o la puesta del sol. El fenómeno se repite en Chichén Itzá; en el Parque Histórico Nacional del Cañón Chaco; en Pueblo Puerco, en el Parque Nacional del bosque petrificado en Arizona, etc, etc.


El día más corto, la noche más larga en el solsticio de invierno, el día más largo y la noche más corta en el de verano. Momentos en los que la Luz adquiere mucha más importancia que en cualquier otra fecha del año.

Una importancia que se ha diluído con el paso de los siglos y que nos lleva a conjeturar a lo loco con cada nuevo yacimiento, con cada nuevo descubrimiento, sin tener nunca claro lo que realmente representaban o significaban estos monumentos.


Algunas de nosotras, Brujas, entre otras, intentamos recuperar estos momentos y otros, recuperar la conexión con los Ciclos del planeta, de la Tierra y de la Luna, de nuestros propios cuerpos, de nuestra carne y sangre.


Es evidente que la civilización, la modernidad, la revolución industrial y otros cientos de miles de momentos a lo largo de la Historia nos han ido alejando de quienes éramos y aún somos.


Hemos llegado a abominar de lo rural, de lo ancestral, de lo autóctono incluso, en beneficio de ¿qué?


¿Qué se supone que hemos ganado dejando en el camino los Rituales que daban sentido a nuestra existencia?


De verdad que no tengo ni idea de lo que hemos ganado, pero tengo más que claro todo lo que hemos perdido.


Hemos perdido nuestra identidad, nuestros vínculos más profundos, los que alimentan y dan sentido.


Hemos perdido el sentirnos Tribu, la solidaridad, la compasión.


Hemos perdido la capacidad de pedir ayuda y de ayudar sin que nos lo pidan.


Hemos perdido la conexión con el otro, conmigo, con la Tierra.


¿Es sólo porque ya entendemos qué son estos eventos naturales a nivel astronómico? ¿Es la ciencia la que mató la Magia?¿Es el conocimiento científico enemigo de la Brujería con su lógica y sus razonamientos?

Sinceramente, no creo que la Brujería y la ciencia sean enemigas, no sé dónde he leído que la ciencia es la Magia que está por descubrir y no puedo estar más de acuerdo.


Volviendo al tema del solsticio, que ya sabes que tengo tendencia a irme por las ramas, lo que queda más que claro es que era un momento en el que la fe ciega en el retorno de la Luz, del calor con todo lo que implicaba, no dejaba de ser un salvavidas.


Saber, creer que todo renace, que todo vuelve a brillar, que la Muerte no es el último paso, que tras el invierno llegará la primavera, alimenta, anima, sostiene.


El triunfo de la Luz es lo que celebramos, el retorno de los dioses solares, el renacer a una nueva vida que es la misma pero es distinta, el comenzar una nueva etapa llena de maravillas.


Es la esperanza, esa que muchas han perdido.


Esperanza sostenida únicamente por la Fe.


Fe imprescindible en este mundo de descreídos.



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Fe que sostienes gracias a los Rituales que te dan ese respiro imprescindible, ese momento único de Conexión con aquello que siempre fue y siempre será mas grande que tú.


De eso van los Rituales, entre otras cosas. De permitirnos un momento de desconexión del ruido de fuera para reconectar con el Silencio de dentro.


En ese Silencio es donde encontrarás el sentido. Lo que tiene sentido para ti. Lo que no tiene que tenerlo para nadie más.


Yule nos invita, aunque sin darnos muchas más opciones, a permanecer en ese Silencio, rodeadas por la nieve, por la Naturaleza en quietud.


Cada momento en la Rueda tiene su sentido, el ciclo de la Vida necesita de Orden. Un Orden intrínsecamente unido con el Kaos, unión que sólo comienzas a vislumbrar tras largo tiempo de observación y de experimentación.


Cada momento del ciclo Lunar tiene un sentido, intrínsecamente unido con el ciclo de la Madre Tierra. Cada momento de tu propio ciclo, está unido con el ciclo Lunar y así todo.


La Naturaleza no da nunca puntada sin hilo, al fin y al cabo, Como es Arriba es Abajo, como es Dentro es Fuera.


Que encuentres la paz en la calma del solsticio.
Que cada día que pase te traiga más Luz.
Que el Ciclo de la Naturaleza, infinito y verdadero, te dé fe para conectar con tu Alma. Para profundizar en tu Oscuridad.
Que en el Silencio encuentres el descanso que necesitas y que los días venideros lleguen cargados de bendiciones, amor, salud y prosperidad.

Si no sabes qué hacer en este día, el 21 o el 22 de diciembre, te propongo un pequeñísimo Ritual: enciende una vela, preferiblemente roja, naranja o amarilla, enciéndela con cerillas, no uses mechero. Colócala en un soporte puesto en el norte. Contempla su llama, como baila, como crece y decrece. Pon tus manos cerca de la llama y siente el calor que emana.


Esa Luz, ese calor es por lo que enciendes la vela. Para agradecer a la Naturaleza la promesa del retorno del Sol, que te traerá esa misma luz y calor.


Hazlo con Fe, con Esperanza, con la idea de que el invierno pasará, el frío y la oscuridad pasarán y no es necesario luchar contra ellos para que pasen.


Mejor acompañr los procesos en vez de agotarse luchando inutilmente ¿no?


Si quieres acompañar a la vela mientras se consume, puedes utilizar esta lista de reproducción para meditar unos minutos https://www.youtube.com/playlist?list=PLH3tGhCR57_hvKZRJCLBcGZ29xFXb92EI


Cuando la vela se haya terminado, recoge los despachos y los tiras a la basura, si la vela es de parafina, échala en el cubo de "varios".


Ten presente que, a partir de ese día, la Luz irá tomando la delantera, sutil e inexorablemente.


Ya sabes que la Naturaleza, que sus Ciclos, nunca se detienen.


Recuerda acompañarlos, acompañarte en ellos, siempre que puedas y recuerda también, siempre, disfrutar el Viaje, sea cual sea el que hayas elegido.


Feliz Yule. Feliz Solsticio.

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