Mucha gente cree, erróneamente, que los tres conceptos que nombran este post son una y la misma cosa.
Espero que quienes habéis seguido el curso completo de Brujería y Hechicería o, al menos habéis cursado las dos primeras clases, el curso Lo Básico, tengáis claro que no lo son.
Partamos de la definición de Magia para comprender mejor el resto de definiciones.
Entendemos como Magia la capacidad de manipular de forma consciente la/s energía/s con una intención determinada para alcanzar un objetivo concreto.
Siguiendo con definiciones, llamamos Brujería a un conjunto de prácticas espirituales o de fe que pueden ser, o no, regladas y/o normativas, heterodoxas u ortodoxas en función de las creencias personales de la Bruja que las lleva adelante.
Dejemos claro también que la Brujería NO es una religión como tal. Puede que existan religiones en las que la Brujería tiene un peso específico, lo que no convierte a la Brujería en una religión.
Para acabar, hablamos de Hechicería como la parte más práctica de la Brujería, el uso real de la Magia en la creación de actos mágicos que pueden tomar muy distintas formas y cuyo objetivo genérico es modificar la realidad presente y/o futura.
Importante entender que la Hechicería son los actos mágicos que se realizan en una práctica, no solo en la Brujería.
Por supuesto, ya sabes que estas son las definiciones que funcionan para mi, al menos hasta hoy, quién sabe si esto cambiará en algún momento.
En cualquier caso, lo que quiero dejar claro en este post es lo innecesario de las etiquetas en el mundo de la Brujería y en el mundo en general.
Etiquetarse da una sensación de colectividad, de pertenencia a un grupo más o menos amplio con el que tenemos intereses en común o que nos puede servir de referencia.
Las etiquetas, las buenas etiquetas, las que no nos limitan, cambian con nosotras. Se adaptan y crecen o, simplemente se caen porque ya no nos representan.
Hoy te digo que soy Bruja y Hechicera.
Hace unos años podría haberte dicho que soy Sacerdotisa de la Diosa, Guardiana de la Llama de Brigit y, quizás, Bruja.
Dentro de unos años podré decirte que soy Bruja, Hechicera, Rootworker, espírita y miembro de una Tradición de Brujería catalana.
Dentro de otros muchos años, quién sabe qué etiqueta me representará.
Durante un tiempo me oculté de todas estas etiquetas, me las sacudí como quien se sacude una tela de araña que le cae en el pelo.
Dejé de practicar y dejé de creer.
Por suerte, dejé de creer en algunas personas, ni en todas ni en la Brujería. La Bruja que soy andaba por ahí, revoloteando y terminó por salir de nuevo a la superficie.
Lo importante es que tú tengas claro qué etiqueta te define.
Porque tienes que tener claro que siempre va a haber una etiqueta encima tuyo.
No elegir ninguna etiqueta ya implica elegir una en concreto, ya sabes.
Así que, puestas a ello, mejor decantarse por algo que te represente, que tenga un significado o varios pero que sea importante para ti.
Que sepas lo que para ti significa esa etiqueta y qué puedes esperar de los demás cuando vean que la llevas puesta.
La "carga" llega cuando la etiqueta que eliges ya trae de casa una serie de certezas absolutas que implican que el resto del mundo dé por ciertas una serie de cosas que no tienen porqué encajar contigo.
Denominarse Bruja cada día hace que se frunzan menos ceños, hace 30 años, ya te digo que la cosa levantaba ampollas.
Hace más que eso, más de 30 años, que me considero Bruja y así se lo digo a quien me pregunta. Tenerlo tan claro nunca me ha traído problemas más allá de dejar de impartir algún curso en un determinado lugar.
Lo cierto es que las Brujas seguimos dando miedo.
Las Brujas del siglo X, esas sí que daban miedo. Esas que venían de noche a llevarse a los bebés para hacer pócimas con su sangre. Esas que volaban en sus escobas, con sus caras berrugosas azotadas por el viento de la noche.
O esas otras, pivones con cuerpos de escándalo, labios rojos y dientes perfectos cuyo único objetivo era extraer la energía vital de hombres inocentes, también para hacer pócimas con ellas.
De estos cuentos me quedo con lo que me interesa: las pócimas por un lado y que la Bruja siempre ha sido algo repulsivo o extremadamente atractivo, directa a lo pecaminoso, por otro.
Pues bien señoras, estamos en el siglo XXI, por si no se han dado cuenta.
Las palabras cambian, evolucionan, se adaptan, crecen con el tiempo y el uso.
Por supuesto que cada una es muy libre de elegir con qué descripción, significado o tiempo quiere quedarse, pero no demos por sentado nunca que lo que nosotras pensamos es LA verdad y se aplica a todas las demás por igual.
Ya he comentado en muchas ocasiones que empleo la palabra Bruja para definirme con total conciencia y consciencia de lo que hago y sabiendo perfectamente porqué lo hago.
Una de mis Misiones de vida es recuperar a la Bruja de antes del Malleus Maleficarum.
Traer de vuelta a esa mujer a la que todos recurrían en tiempos de enfermedad, de angustia, de necesidad.
A la que se convocaba para bendecir los campos y las bestias recién nacidas, a la que se le agradecía su ayuda y se le reconocía el trabajo bien hecho.
Esa que ayudaba por que era su Misión, lo que había venido a hacer, lo que le habían enseñado y su forma de entender la vida y el mundo.
La que enseñaba a quien quisiera aprender y aprendía de todo aquel que tuviera algo que enseñarle, esa que compartía con alegría.
Que se relacionaba con todo lo vivo, que sabía que todo está vivo de una u otra forma.
Esa, para mi, es la auténtica Bruja.
Una mujer que conoce sus límites y donde ponérselos a los demás, que pregunta cuando no sabe y no da nada por sentado.
Esa es la Bruja que aspiro llegar a Ser.
Esa es la Bruja que me gusta pensar que enseño a ser.
Para ser esa Bruja, es imprescindible que practique la Magia y, por tanto, que sea Hechicera.
De manera que es la suma de las partes la que da sentido al todo, siendo ese todo una mujer que tiene unas creencias determinadas, flexibles y permeables a la experiencia y el aprendizaje; que realiza una práctica Ritual que varía en función de sus emociones, necesidades y deseos; que disfruta enormemente compartiendo lo que sabe y lo que se inventa con otras personas afines y que a veces encuentra lo que busca y otras busca lo que encuentra.
Es la suma de las partes que yo elijo lo que hace que mi "etiqueta" sea personal e intransferible.
En cualquier caso, ser Bruja no implica necesariamente que seas Hechicera o practicante de Magia.
Tampoco practicar la Magia y realizar Hechizos, Conjuros y demás, te convierte en Bruja.
Aunque esta combinación de factores es la perfecta para mi, tengo claro que no tiene porqué serlo para otras.
Se puede llegar a la Hechicería desde otras tradiciones y/o religiones, como el Hoodoo y sus Rootworkers, por ejemplo.
Lo que sí sé seguro es que todas compartimos una experiencia común, independientemente de nuestros orígenes y creencias.
Compartimos una visión animista del mundo.
Buscamos el contacto respetuoso con la Naturaleza.
Conectamos con entidades, espiritualidades o llámalo X a un nivel muy profundo, desde la humildad más absoluta.
Conocemos y aceptamos el precio y lo pagamos de buen grado por un bien mayor.
Sabemos que estamos y que somos por buenas razones.
Caminamos, dubitativas a veces, rabiosas otras, enfadadas, tristes, alegres o cansadas, porque sabemos que el Camino tiene un Final y cada unos de los pasos que damos encajará cuando sea necesario.
Confiamos, en definitiva.
Al fin y al cabo, ser Bruja es un acto de Fe, lo creas o no.
Que lo disfrutes.
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