¿Litha o San Juan?

Ya sabemos todas, y si no es así os lo recuerdo, que el concepto de Rueda del Año no es tan antiguo como creemos, aunque sí es cierto que algunas celebraciones se pierden en el inicio de los tiempos.

Está arqueológicamente demostrado que nuestras antepasadas celebraban solsticios, equinoccios y otras festividades que aparecen en la Rueda, pero ni todas, ni tal y como nos han contado que hacían y, desde luego, no con esos nombres.

Pasemos de la Rueda y hablemos de lo que importa: el solsticio de verano era una de esas celebraciones de las que se sabe que sí, que se celebraban.

Estos festejos no sucedían sólo en Europa, en distintas partes del mundo se han encontrado vestigios de ceremonias de muy diversa índole directamente asociadas con esta fecha, la del solsticio de verano y, por ende, con el solsticio de invierno.

Distintas culturas, en distintos momentos de la Historia y de distintas formas, celebraban el cénit del sol y el inicio del verano, el momento de cosechar y plantar infinidad de verduras o cereales.

La importancia de éstos últimos (el maíz, sin ir más lejos) era vital puesto que son productos de fácil almacenaje y servían para alimentar a humanos y rebaños en los duros meses del invierno.

Si nos vamos mucho más atrás en el tiempo, el verano era el momento de viajar, de comerciar, de conseguir materiales que no se encontraban en el área habitada por cada tribu.

Una de las pocas formas de ampliar la mezcla genética de cada grupo humano, se daba precisamente durante los meses estivales, en los que el contacto con otras tribus aportaba no solo mercaderías con las que negociar, sino sangre nueva que mejorara la tribu a futuro.

Los meses del verano eran el momento perfecto para realizar largos viajes por tierra o por mar puesto que nunca faltaba ni agua (de los deshielos de la primavera) ni alimento animal o vegetal.

Era tal la importancia de esta época del año, de sostener aunque fuera artificialmente la luz y el calor del Sol, que la celebración del solsticio incluía enormes hogueras que se mantenía vivas durante días. Vivas para animar al sol a mantenerse también vivo tanto tiempo como fuera posible.

Ten en cuenta que nuestras antepasadas eran perfectamente conscientes de lo que sucedía en el solsticio: el momento de cénit solar que indica su decaimiento, día a día, minuto a minuto, directo hacia la Época Oscura, al reino de la Sombra de ahí que la llamada Noche de Tres Noches fuera una celebración tremendamente importante.

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Stonehenge en el atardecer del solsticio

La profunda conexión de nuestras antepasadas con los ciclos solares y lunares hacía que fueran plenamente conscientes de lo que cada pequeño giro de la Rueda suponía en el corto y el medio plazo.

Las celebraciones en aquellos tiempos no eran meros festejos, tenían un componente sagrado, de ofrenda y agradecimiento y un componente mundano de relajación y disfrute.

Agradeciendo lo recibido, pidiendo para sostenerlo si había sido bueno y abundante, pidiendo para recibir algo mejor si había sido escaso e insuficiente.

Siempre conscientes del poco control que el ser humano tenía y tiene sobre la Naturaleza, dando por bueno que eran las divinidades y no los hombres quienes concedía cosechas suficientes para toda la tribu, para sostenerla durante la Época Oscura, para permitirles seguir vivos un giro más.

Desde esta perspectiva, la gran mayoría de las festividades antiguas, por no decir todas, estaban directamente relacionadas con el trabajo en el campo.

Desde que nos hicimos agricultores y ganaderos, nuestra relación con las deidades y lo divino cambió profundamente: los cultos se volvieron más consistentes, se establecieron unas normas para relacionarse con dioses y diosas, aparecieron sacerdotes y sacerdotisas, druidas y druidesas que tenían la capacidad de comunicarse con la divinidad.

Se establecieron ritos y costumbres que cambiaban en función del momento del año y de la divinidad más relacionada con lo que estaba sucediendo en ese momento.

Algo, sin embargo, no cambió, no al principio al menos: la relación con los elementos y los elementales no desapareció hasta mucho más adelante. 

Cuando comenzamos a establecernos, sostuvimos la conexión con la Naturaleza, divinizando algunas de sus características, aquellas que antaño nos sobrecogieron y que transformamos en dioses o diosas poderosos que nos fulminaban con un rayo o hacía que lloviera torrencialmente.

De ahí la importancia de la presencia del Fuego, el elemento transformador por excelencia. 

En aquellos tiempos y en otros bastante más cercanos en pueblos y aldeas de este mismo país, hombres y bestias cruzaban las llamas para eliminar insectos.

El fuego no sólo limpiaba físicamente, cruzar las llamas representa pasar a través del cambio, transformarse para seguir, para acompañar a los cambios que el entorno natural experimenta.

La limpieza espiritual, el cambio buscado, la transformación energética, son algunos de los motivos por los que, aún hoy, seguimos sosteniendo la celebración de Litha.

Es tirando de esta idea de limpieza y purificación como los primeros cristianos vieron la oportunidad de hacer suya esta festividad tan absolutamente pagana y con tanto peso en las creencias populares de aquellos a los que pretendían convertir.

Ya tenemos más que comprobado que los cristianos originales querían eliminar como fuera todo vestigio de celebración pagana que se encontraban.

Le daban vueltas y más vueltas a las sagradas escrituras para encontrar una mínima pista que hiciera encajar lo que la Biblia contaba con lo que los paganos celebraban para poder hacer encaje de bolillos y sacarse de la manga una celebración religiosa que pudiera sustituir, aunque fuera por los pelos, el rito pagano en cuestión.

Para conseguirlo, santificaron personajes legendarios, leyendas, deidades, héroes de toda Europa, fagocitaron mitos paganos y se sacaron de la manga santos y vírgenes que, además, luchaban contra el propio paganismo, dándole la vuelta a la tortilla para convencer a las masas de que lo nuevo no sustituía si no que complementaba.

El ejemplo que viene a mi mente según escribo: Brígid, de diosa triple a santa católica y apostólica, ahí es ná, así, de la noche a la mañana.

Esta política de santificación no podía detenerse en los personajes o mitos, tenía que centrarse también en eliminar las «salvajes» fiestas en las que todo era lujuria, perversión, alcohol y drogas (sí, drogas, no lo digo por decir), tan sólo hay que echarle un ojo a la celebración de Beltane

La intención de la Iglesia era condenar al olvido todo vestigio de las antiguas creencias, los antiguos dioses y diosas y no escatimaron esfuerzos para conseguirlo.

Celebración del Inti Raymi en Cusco

Párate un minuto y dime qué celebración católica multitudinaria gira en torno al jolgorio, la alegría y el disfrute. O en torno al fuego, ya que nos ponemos.

Dime alguna que no sea la reinterpretación cristiana de un festejo pagano, claro. No me valen bodas, bautizos y comuniones puesto que una cosa es el evento en sí y otra la fiestaza que nos gusta montar para después.

En el catolicismo todo es recato, pulcritud de obra y de palabra, media sonrisa y disimulo, pareciera que ser medianamente feliz y disfrutar de la vida fuera en contra de los designios divinos.

Una no ríe a carcajadas ni corre, salta o canta a voz en cuello.

Pues eso.

Recuperando el hilo, venimos del solsticio pagano, fiesta solar de purificación. Quedémonos con eso por ahora.

Si te fijas, el concepto de limpieza y purificación en el catolicismo va siempre asociado al elemento agua: el bautizo, la comunión, incluso la extremaunción se realizan con elementos líquidos, ya sea en forma de agua o aceite.

¿Cómo entonces se las apañaron para cristianizar la noche del fuego por excelencia?

Pues súper fácil: sacándose de la manga al querido San Juan, cuyo nacimiento se celebra «sospechosamente» el 24 de junio, seis meses antes del «cumpleaños» del niño divino, el 24 de diciembre, Yule.

La pista que se encuentran en la Biblia (o que se inventan a posteriori, quién sabe) nos cuenta que san Zacarías, marido de santa Isabel y padre de san Juan Bautista, mandó que se encendiera una enorme hoguera para anunciar el nacimiento de su hijo, el 24 de junio, como ya he contado.

Por si no lo sabes, el nacimiento de este niño, de san Juan, es considerado milagroso y tiene mucho peso puesto que santa Isabel, es prima carnal de la virgen María.

La historia es que santa Isabel y su esposo, san Zacarías, habían perdido la esperanza de tener hijos y ya eran tremendamente mayores (ya sabes que los personajes bíblicos tienden a ser longevos) cuando ella queda embarazada y da a luz al que será conocido como san Juan.

Recordemos la importancia de de este personaje, no se trata sólo de un santo venerado en algunas de las corrientes de la religión cristiana, también es un profeta en el Islam e incluso un Mesías en otras religiones.

En el cristianismo, san Juan profetiza la llegada de Jesús como Mesías para el pueblo judío, además de ser uno de los encargados de practicar el bautismo de los creyentes para la purificación de su alma y de ser quien purifica y confirma a Jesús a través del bautismo, convirtiendo este acto en un rito fundamental en la práctica cristiana.

La apropiación oficial del solsticio de verano por parte de la iglesia cristiana se formalizó el 27 de febrero del 380, cuando el emperador Teodosio I firmó el Edicto de Tesalónica (o Cunctos Populos) que hizo de la religión cristiana la oficial del Imperio romano.

De esta forma, no sólo el solsticio de verano, sino todas las demás festividades paganas que se habían podido apropiar se convertían por «mandato divino» en relatos bíblicos, desterrando al olvido tradiciones muchísimo más antiguas y más arraigadas que las imposiciones cristianas.

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Hogueras de la Noche de San Juan

Así pasamos de celebrar el solsticio de verano, Litha, el cénit y el climax del astro Sol, a festejar las hogueras de la Noche de San Juan.

Esta fiesta no es, ni mucho menos, patrimonio español o siquiera europeo: en todas partes del hemisferio norte se celebra en estos días el solsticio o san Juan, un san Juan más pagano que algunas celebraciones antiguas.

En la península hay infinidad de celebraciones en las que se encienden hogueras que se alimentan con muebles viejos y objetos de todo tipo que la gente ya no quiere seguir teniendo o usando.

Multitud de fiestas incluyen Rituales en los que se escriben y queman en papeles las cosas que ya no queremos en nuestra vida para entregárselo al fuego y que desaparezcan, la Noche de San Juan es un evento festivo de primer orden a nivel mundial.

Todo este relato surge de las preguntas que algunas de vosotras me hacéis, sobre todo las que estáis comenzando a caminar la Brujería o quienes hace poco que me seguís en mis redes: ¿Qué celebro, el solsticio o san Juan?

Quienes sí lleváis un tiempo acompañándome, ya sabéis la respuesta: haz exactamente lo que te dé la gana. Celebra uno o la otra, incluso las dos si tienes tiempo y te apetece.

Importante recordar el concepto de Egregor, que define una acumulación energética que se crea con ideas, deseos, pensamiento y energía en sí misma dirigida a una intención o suceso concretos.

De esta forma, el solsticio es conocido y celebrado por mucha gente, pero la Noche de San Juan, a día de hoy, probablemente es conocida, esperada, deseada y celebrada por muchísima más.

La conclusión a la que llegué hace tiempo es que solsticio y la actual celebración de san Juan están tremendamente relacionadas, además del hecho de que durante san Juan, la energía del solsticio está más que presente, recuerda el concepto de «marea energética», por lo que los Rituales que te apetezca llevar adelante los podrás hacer en cualquiera de las dos fechas, incluso en los días entre ellas.

Teniendo esto en cuenta, reconociendo lo que empasta contigo y con tus deseos y necesidades, lo dicho: celebra lo que más te apetezca.

Ahora bien, si vas a quemar cosas tras escribirlas en un papel o si vas a hacer peticiones de deseos para el año venidero ¡mucho cuidado con lo que pides y con cómo lo haces!

Sé tan específica y detallista como puedas y recuerda guardar en un sitio privado pero que recuerdes el papelito en el que escribas tus deseos para poder quemarlo en la próxima celebración del solsticio o de la Noche de San Juan.

Hogueras de la Noche de San Juan

Recuerda, en cualquier caso, festejes como lo hagas y en la forma que elijas hacerlo, que Litha es un momento de cambio.

La energía que se está moviendo, todo alrededor, nos habla de pasar a través del fuego para desprendernos de esa piel que ya no nos representa.

De dejar que arda hasta los huesos aquello que ya no Soy, que ya no Eres, pues será la única forma de que lo que Eres ahora, tome su lugar.

No sufras si no tienes tiempo para preparar nada grandioso ni deslumbrante, la intención, siempre, es la que manda.

Intenta, eso sí, tener al Fuego de tu lado, medita con él o en él, imagina que acaricia tu cuerpo transformando todo a su paso.

 

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