Los equinoccios y los solsticios son celebraciones conocidas desde hace miles de años.
Un equinoccio, astronómicamente hablando, es el momento en que el plano del ecuador de la Tierra pasa por el centro geométrico del disco del Sol, es decir, cuando la luz y la oscuridad están en un momento de perfecto equilibrio.
Ya sabes que el ciclo anual, el giro alrededor del sol, tiene consecuencias energéticas y que estos eventos tan especiales nos afectan seamos o no conscientes de ello.
Ostara, el equinoccio de primavera nos habla justo de eso: de recuperar el equilibrio, de volver a poner Sombra y Luz al mismo nivel, de salir de la Sombra para comenzar a caminar la Luz.
No te equivoques, seguimos en la Época Oscura y estaremos en ella hasta dentro de unos días, más concretamente hasta la Noche de Walpurgis y el día de Beltane, por lo que, si ves alguna publicación que diga que la Época Oscura termina con el equinoccio, no le hagas mucho caso.
Si quieres saber un poco más de cómo nos afectan los ciclos, pásate por aquí.
Volviendo a la celebración que nos ocupa, el equinoccio de primavera ha sido motivo de fiestas y celebraciones desde la prehistoria, para festejar, entre otras cosas, el renacer de la Naturaleza tras superar un duro invierno más, el reverdecer de los campos, la fertilidad de la Tierra y de los animales y la posibilidad de continuar, de seguir vivas, creciendo y multiplicándonos.
Si algo tenían en común, y tienen, las religiones y tradiciones paganas, es el culto a la Madre Tierra, llamémosla como la llamemos.
Nuestras antepasadas eran plenamente conscientes de su dependencia del entorno natural, lo respetaban y lo celebraban, agradeciendo siempre que siguiera soportando y sosteniendo al ser humano.
Entender que lo que sucede fuera es lo mismo que sucede dentro, que todo nace y muere para que algo nuevo pueda nacer, para que el ciclo de la Vida continúe, es aceptar la mortalidad y entender el sentido de estar vivas y eso tiene su más clara muestra en los Ciclos de la Naturaleza, los solares representados en la Rueda del año y los Lunares.
El equinoccio de primavera festeja el renacimiento de todo lo que está vivo, lo que alimenta y lo que devora, lo que crece y lo que cae.
Muchos de los mitos y leyendas que conocemos y giran entorno al equinoccio de primavera, tienen en común el retorno de alguna deidad del inframundo al mundo de los vivos, representando lo más explícitamente posible la idea de que tras la muerte llega el renacimiento y de que para poder renacer es condición indispensable morir primero.
Indefectiblemente, el regreso de estas diosas o dioses traía la Vida al mundo, alejando el invierno y la oscuridad, poniendo luz y calor en el planeta y en todos sus pobladores.
Más claro, agua.
Quizás Ostara no existiera como tal en la antigüedad, pero hay infinidad de mitos que hacen referencia a lo que este momento astronómico y energético nos cuenta.
Quizás el ejemplo más cercano y conocido en las tierras en las que vivo sea el mito grecolatino de Perséfone, hija de Deméter, diosa de la agricultura, la fertilidad y la tierra.
Hades, dios del inframundo, rapta a Perséfone tras enamorarse locamente de ella y la lleva a sus dominios donde la mantiene presa.
La madre de Perséfone, Deméter, pierde la alegría de vivir y abandona sus tareas, provocando así la llegada del invierno, la esterilidad de los campos, el frío y la muerte.
Zeus toma cartas en el asunto tras las quejas de los humanos que temen morir de hambre y frío, y obliga a Hades a liberar a Perséfone.
Lejos de facilitar las cosas, Hades pone como condición indispensable que Perséfone no ingiera alimento alguno mientras esté en su reino. Parece sencillo, pero tiene truco, puesto que Hades ha colocado a lo largo de la escalera que conducirá a Perséfone de vuelta al mundo de los vivos, un montón de frutas (granadas o granadillas abiertas y jugosas según el mito) de manera que cuando Perséfone va subiendo las escaleras, incitada por Hades, come unos granos de granada y queda por tanto condenada a permanecer eternamente en el reino de los muertos.
Desesperada Deméter pide clemencia a Zeus y este consigue que Hades ceda y consienta que Perséfone pase la mitad del año junto a su madre y la otra mitad con él, creando así las cuatro estaciones.
Si viajamos más atrás en el tiempo y revisamos mitologías más antiguas, la egipcia nos trae la historia de Isis y Osiris en la que éste con su muerte a manos de su hermano Seth, fecunda las aguas del Nilo que permitirán la regeneración de los campos y el reverdecer de las cosechas, representación súper clara de la primavera.
Si cruzamos el charco y nos acercamos a la cultura maya, por ejemplo, encontramos que uno de sus más impresionantes monumentos, el Templo a Kukulcán en Chichen Itzá, fue construido de tal forma que el día del equinoccio de primavera, en el costado de la escalinata, el juego de luces y sombras desplazándose forma siete triángulos de luz invertidos que asemejan y representan el cuerpo de la serpiente emplumada, que va moviéndose según pasan los minutos para terminar en la base del templo sobre la cabeza labrada de una serpiente. Este singular suceso simboliza el descenso del Dios K´u´uk´ul Kaan a la Tierra, evento que señala el inicio de la temporada agrícola.
Como ya hemos visto en otras celebraciones, distintas cosmogonías, mitologías, tradiciones y religiones a lo largo y ancho del tiempo y la geografía nos hablan de lo mismo aunque con ligeras variaciones.
Volviendo a lo más cercano, en nuestro continente hay referencias de distintos festejos relacionados con la llegada de la primavera, más antiguos o menos, documentados o legados oralmente, todos nos cuentan lo ismo: la bendición que supone la llega de la primavera.
Ostara parece ser el nombre de la diosa virgen de la primavera en el norte y centro de Europa y se asoció a festejos en los que se veneraba a la Doncella en representación de la fertilidad de la tierra como contrapunto a la Anciana Sabia o la Bruja que había reinado durante el invierno.
En algunos de estos festejos, se tenía por costumbre regalar huevos como símbolo de prosperidad, fertilidad y buenos deseos.
El huevo es un símbolo recurrente que aparece en infinidad de cosmogonías, tradiciones y religiones, tanto como representación del renacimiento y la nueva vida, como siendo la semilla que lo contiene todo.
No he mencionado al cristianismo que, por supuesto y como ya seguramente sabes, no perdió la oportunidad de llevarse a su terreno una celebración tan importante y con tanta mitología asociada.
Así la iglesia católica decidió convertir esta fiesta del renacimiento, del retorno de la Luz, en el momento de muerte y resurrección de Jesús, empastando directamente con los mitos de Osiris entre otros.
El domingo de resurrección es siempre el primer domingo después de la primera Luna Llena que hay tras el equinoccio de primavera, súper llamativa esta cronología tan ¿pagana?
En cualquier caso, la energía que se mueve en este momento, unos días antes y otros después de Ostara, nos habla de todo lo visto a través de cualquier mito, incluso el de la iglesia cristiana: renovación, renacimiento después de la (casi) muerte que hemos experimentado durante el invierno, fertilidad, florecimiento, movimiento hacia delante, ganas de hacer, de dejar atrás la oscuridad y caminar bajo la luz y el calor del sol.
Los equinoccios y los solsticios en general son momentos energéticos perfectos para hacer limpiezas de tu persona y tus espacios, te dejo un par de propuestas súper fáciles de hacer aquí.
Ten presente que las mareas energéticas se mueven lentamente a lo largo de todo el Ciclo, la energía de un evento determinado no llega "de repente" sino que se empieza a sentir sutilmente días o semanas antes y se mantiene días o semanas después para transformarse en otra diferente que no desaparecer.
Recuerda que ser Bruja, pagana o lo que te dé la real gana ser, no significa que debas dejar de lado las celebraciones cristianas si son algo que sientes como propio o simplemente disfrutas.
Ya hablé en este post sobre la Brujería y el cristianismo, precisamente a colación de la Semana Santa, así que no permitas que nadie que no seas tú determine qué sí o qué no puedes hacer.
Celebra lo que te apetezca, aprovecha la marea energética de este momento y renuévate por dentro, sobre todo.
Ten presente, siempre, que hagas lo que hagas, de lo que se trata es de disfrutar el Viaje.
Nos vemos en las procesiones.
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